Won Kar-Wai y su trilogía para celebrar el desamor
Es uno de los directores asiáticos más respetados de este siglo, creador de atmósferas poéticas irremplazables y además con una fuerte influencia del bolero latinoamericano, representada en mujeres tal espigas adornadas con qipaos que se pasean por la pantalla al ritmo de “aquellos ojos verdes, de mirada serena, dejaron en mi alma eterna sed de amar”.
Kar-Wai ganó el reconocimiento mundial con tres películas en las que celebra el desamor como una constante búsqueda del pasado y una necesidad terrible de recuperar la felicidad en el rostro del ser querido, a partir de recuerdos dispuestos en la pantalla como espejos en movimiento.
Con estas tres películas el director nacido en Shanghái inauguró un nuevo cine asiático que para muchos tiene dos de los recursos más usados por el entretenimiento latinoamericano: el amor y el melodrama como género cinematográfico.
Pero, el de Wong no es un amor supremamente carnal ni lleno de adversidades intrincadas. Se trata de relaciones fortuitas pero intensas, de seres que se encuentran en mal tiempo y viven con la añoranza de “qué hubiera pasado si…” y de nostalgia, sí, una palabra que parece ser el motor de estas tres películas.
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Si aún no has visto ninguna de las películas de la trilogía, ten en cuenta tres detalles que se repiten como cánones del universo creado por Kar-Wai:
- Todo es pasado. Siempre necesitamos recuperar imágenes de nuestra memoria para vivir el presente
- En el amor el tiempo es un enemigo porque agota, destruye y es responsable de esa memoria llamada pasado
- Sólo cuando olvidamos el pasado seremos capaces de liberar nuestro presente
El inicio: Days of being wild
Yuddy es un tipo rebelde, mujeriego y de mal aspecto; aún así consigue seducir a más de una mujer, a las que termina por destruir emocionalmente sin ninguna culpa. Su vida cambiará cuando la mujer a quien creía su madre le confiesa que no lo es. A partir de ese momento se obsesionará por conseguir a la figura materna auténtica.
Cuando finalmente tiene un encuentro con quien es su verdadera madre, Yuddy vivirá el rechazo, caerá en el abandono y nada más que los viejos recuerdos entre él y su supuesta madre lo mantendrán en el tiempo presente.
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Aunque esta película no alcanzó el éxito ni despertó el interés en el público asiático, sirvió para sembrar el génesis del imaginario Kar-Wai a través de una narración lenta, con tendencia a la repetición de secuencias y la utilización de recursos como relojes, espejos y lluvia para ilustrar la importancia del tiempo, la imagen congelada como un reflejo de nosotros mismos y el sonido del agua como una metáfora a ese anhelo primario.
Intermedio: In the mood for love
Days of being wild termina con una secuencia que solo se entiende cuando vemos la segunda entrega de la trilogía. Ese hombre que aparece de la nada es Chow, el escritor y personaje central de las siguientes dos películas, quien reescribirá el amor infinitas veces hasta darse por vencida y aceptar que el verdadero amor nunca llega en el tiempo correcto.
Con esta película, Kar-Wai afianza su lenguaje cinematográfico. Lo llena de secuencias poéticas que rozan el silencio y la ralentización, pero que hacen un llamado a la suspensión del tiempo para la contemplación y permanencia del ser amado.
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Aquí, el amor toma forma en el cuerpo de la etérea Maggie Cheung (Su Li Zhen); quien elegante sube y baja las escaleras mientras busca su vianda de comida o se ríe con una timidez tan angelical que conquista el corazón errante del escritor, hasta sellar el pacto en una habitación de hotel sin unión física mas sí mística, espiritual: ambos se encuentran en la clandestinidad para escribir juntos una historia; no de amor, si de artes marciales, pero no es eso lo importante sino el hecho mismo de construir algo de los dos.
En esta película resaltan las repeticiones, esos planos que dan la impresión de una mirada ajena a los enamorados, una especie de narrador silente que nos envía un pronóstico nada esperanzador cada vez que puede, un murmullo quizá de que lo visto pronto se convertirá en pasado.
El círculo vicioso: 2046
Se preguntarán por qué el subtítulo no hace referencia a un final. Y es que no lo hay, porque 2046 era el número de esa habitación compartida por Chow y su materialización del amor y porque como una proyección futurista, el escritor vive en el año 2046, consumido en la soledad y transformado en un vil Don Juan, como el mismísimo Yuddy.
La desilusión aquí es la prueba mayor, es la víctima más violenta de ese desamor. Su Li Zhen ha desaparecido, sin embargo para Chow cada nueva mujer es una representación de ella misma, con otra piel y otras formas que al salirse del molde-el que permanece en sus recuerdos- lo obliga a abandonarlas. Tal vez esa era la respuesta que necesitábamos saber para comprender a Yuddy en Days of being wild.
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Pero, lo realmente maravilloso de este filme es la recreación del 2046 como un lugar en el que no existen los relojes y por tanto el tiempo tampoco. Para llegar a ese lugar soñado es necesario tomar un tren, el problema es que pasa tan rápido que se hace imposible abordarlo.
Como vemos el cine de Wong merece verlo y reflexionarlo más allá de la superficialidad en la que a veces pueden bailar amor y desamor. Una clara muestra de que el melodrama tratado con sutileza y la nostalgia adecuada puede ser más que un género, puede ser una declaración de principios, una postura con tintes muy asiáticos.