Lo grandioso que puede ser vivir en el ahora

Lo grandioso que puede ser vivir en el ahora

Lo grandioso que puede ser vivir en el ahora

Es curioso como muchas veces recordamos nuestra infancia, echamos una pequeña mirada al pasado con nostalgia, y anhelamos aquellos pequeños momentos de sencillez y felicidad que vivimos al ser tan sólo unos niños.

Ahora que hemos crecido, que nuestras vidas se han visto súbitamente avasalladas de responsabilidades, trabajo, proyectos a corto, mediano y largo plazo, se hace casi imposible experimentar esa felicidad pura y amena que vivimos durante nuestra infancia.

Puede llegar el momento en que se acabe el día, y aunque haya resultado ser una jornada extremadamente productiva, quede una especie de vacío en nuestros corazones que aún no sabemos detectar de dónde viene. ¿Qué sucedió con nosotros? ¿Qué sucedió con aquel niño o adolescente que experimentó la felicidad plenamente y a diario?

La respuesta es simple: aquel niño no vivía ni en el ayer, ni en el mañana. Vivía el hoy. Sucede que cuando llegamos a una etapa adulta, nuestra vida se ve emergida de un futuro esperanzador: estamos llenos de sueños, de expectativas, de planes de vidas a futuro que deseamos lograr a toda costa. También nos es más difícil olvidar, cuando sufrimos el dolor de algún romance o la ruptura de una amistad, ya no somos ese niño que hacía borrón y cuenta nueva, pensamos constantemente qué hicimos mal, y nos culpamos por todo aquello que aconteció, todo lo que no pudimos reparar en su momento.

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Vivimos, pues, en el futuro y el pasado. Vivimos en una constante expectativa sobre nuestro futuro, sobre la ansiedad y el miedo de no cumplir con nuestras metas, de no llegar a ser eso por lo que tanto luchamos día a día. Y aunque hagamos lo que queremos, y trabajemos en algo que nos gusta, siempre queda esa sensación de no haber disfrutado plenamente de nuestro día.

A veces hay que soltar un poco esa carga que llevamos a espaldas, dejar de pensar en lo qué seremos, dejar de vivir el futuro, dejar de sufrir por el pasado, y empezar a disfrutar de los pequeños momentos, de los pequeños detalles que vivimos día a día. Sólo así disfrutaremos nuestra vida, sólo así nos conoceremos más plenamente, escucharemos con más comprensión a las personas que nos rodean, disfrutaremos de aquel atardecer, aquel café caliente en la mañana, o del simple sonido de nuestra canción favorita en la radio.

Cuando empecemos a disfrutar de las pequeñas cosas que rodean nuestro día, cuando dejemos de pensar en todas nuestras obligaciones y metas por cumplir, o aquel tormento del pasado que nos persigue día a día, cuando aprendamos a estar totalmente presentes en cada momento, volveremos a ser los niños que una vez fuimos, volveremos a experimentar la verdadera felicidad plena y espantaremos por siempre esa sensación de vacío en nuestro pecho.


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